Las Parentalia, la fiesta de los difuntos de la época romana
La celebración del día de los difuntos en la época romana, en algunos aspectos nos recuerda los orígenes de nuestra fiesta de Todos los Santos que celebramos en la actualidad, fruto de la tradición cristiana, y que mantiene algunas costumbres que ya practicaban nuestros antepasados hace 2.000 años. Sin embargo, el momento del año en que se celebran no es lo mismo.
El equivalente al día de difuntos para los romanos eran las Parentalia, que se celebraban entre los días 13 y 21 de febrero. Tenían un carácter funerario y expiatorio, eran días considerados nefastos, se cerraban los templos y no se celebraban matrimonios. Los familiares visitaban las tumbas de sus antepasados y los dejaban coronas de flores, sal, pan empapado de vino y leche. En la misma tumba o en un lugar cercano, los familiares compartían una comida con el difunto y le pedían prosperidad para la familia.
Mosaic romano donde se representa el mes de Febrero, que estaba destinado a la purificación
El mantenimiento y las visitas a la tumba eran frecuentes a lo largo del año, y en cada visita o celebración se llevaban flores que cambiaban según la estación y eran símbolo de renovación y felicidad para la vida de ultratumba. Se depositaban alimentos (a veces también animales sacrificados), bebidas, miel y lámparas de aceite para que el difunto se pudiera alumbrar en su camino. También se hacían libaciones en las que se esparcía vino, agua o perfumes sobre la tumba. Se creía que la aspersión de estos líquidos era una ofrenda que facilitaba la comunicación entre el pariente vivo y el muerto.
Mosaico romano de un esqueleto con dos jarras, hallado en Pompeya (Italia)
En Roma el entierro de los difuntos era un deber sagrado. Los espíritus de los muertos pasaban a formar parte de los dioses Manes, si habían tenido un funeral adecuado (iustum), por lo que su memoria perduraba entre los vivos. Un buen funeral (funus) implicaba que el muerto fuera despedido en casa por sus familiares y amigos (conclamatio), se hacían lamentaciones y llantos -a menudo por parte de las mujeres-, un cortejo funerario, el entierro, ya fuera en urna de incineración o bien una inhumación en una tumba o espacio funerari-, el epitafio y la visita frecuente de los familiares.
Negar la sepultura a un muerto era condenar su alma a viajar sin descanso, convirtiéndola en un espíritu maligno que atormentaría los vivos hasta que no se solucionara su entierro y el alma pudiera descansar en paz. El 9, 11 y 13 de mayo eran las Lemuria, momento en que el dueño de casa (pater familias) hacía una serie de rituales para expulsar estos malos espíritus del hogar.
En el Museo de Badalona conservamos varios restos relacionadas con las necrópolis (cementerios) de la ciudad romana de Baetulo, donde tanto se han excavado tumbas de inhumación – en que el muerto se depositaba en cajas hechas con tejas o madera-, como de incineración -donde los restos del fallecido se ponían en urnas. Acompañando a los muertos, a menudo encontramos los ungüentarios con los que habían ungido el fallecido, vasos lacrimatorios con las lágrimas de los seres queridos, lámparas para alumbrar al muerto en su viaje, monedas para pagar al barquero Caronte, y platos y vasos para beber y comer. Encima de las tumbas los romanos colocavan unas lápidas, generalmente de mármol, con el nombre del difunto, normalmente dedicado a los dioses Manes. Buena parte de estas piezas las puede ver en la exposición permanente sobre el mundo romano.
SIT TIBI TERRA LEVIS, es el texto que leemos en muchas de estas lápidas, una petición en latín que traducimos como “que la tierra te sea leve”. Este es un deseo que, en días como estos, queremos hacer extensivo a todos los que nos ha precedido y que ahora tenemos bien presentes.
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